Artículos

La desaparición de personas en un contexto situado de violencia: impactos subjetivos en una familia

Disappearance in a situated context of violence: subjective impacts on a family

David Márquez Verduzco a
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Fátima Flores Palacios b
Universidad Nacional Autónoma de México, México

La desaparición de personas en un contexto situado de violencia: impactos subjetivos en una familia

Eirene estudios de paz y conflictos, vol. 5, núm. 8, pp. 41-70, 2022

Asociación Eirene, Estudios de Paz y Conflictos A.C

Recepción: 13 Septiembre 2021

Aprobación: 14 Enero 2022

Resumen: La desaparición de personas ha sido una de las manifestaciones más ominosas de la violencia en México iniciada a partir de la “Guerra contra el narcotráfico” en el año 2006, contando hasta la fecha más de 90 000 personas desaparecidas. Este trabajo pretende dar cuenta de la particularidad de la desaparición de personas en un contexto situado. Inicialmente, se explicitará el concepto de necropolítica para poder entender la violencia en el país y la configuración subjetiva que instaura. Después, se hablará sobre el concepto de subjetividad del cual se parte para entender las tres dimensiones en donde se instalan las significaciones sociales de la necropolítica. A partir de ello, se describirá el método utilizado para responder a la mirada interdisciplinaria que se plantea en el texto desde una óptica cualitativa que permitió ahondar en los procesos subjetivos. Se discuten la forma de desaparición que sucede en este espacio, los sitios de exterminio, así como los impactos que la desaparición ha dejado en esta zona de México, particularmente en los vínculos fragmentados, aislamiento y terror generalizado. Después, se ahonda en los impactos intrasubjetivos y la manera como la ha vivido la familia que participó el estudio. Se concluye que los colectivos de familiares de personas desaparecidas son importantes para poder elaborar las vivencias y hacer frente a la violencia.

Palabras clave: Violencia, necropolítica, desaparición de personas, subjetividad.

Abstract: One of the most ominous forms of violence in Mexico since the “Drug war” initiated in 2006, is disappearance, existing more than 90 000 persons disappeared. This work shows the way disappearance is particularly executed in a situated context. Initially, the concept of necropolitics is explained in order to understand violence in the country as well as the subjective configuration that is ensembled. Then, the concept of subjectivity is deployed mapping three dimensions of it, where social significations of necropolitics are constituted. So, the method used in the present research is described, responding to the interdisciplinary view shown in the theoretical framework, regarding on qualitative perspective in order to delve into subjective processes. Forms of disappearance in the situated context, as well as extermination places and subjective impacts are discussed, particularly broken links, isolation and generalized terror. Later, intrasubjective impacts and lived experiences of the family that participated in the study are analyzed. Conclusions aim to the importance of family organizations in order to elaborate experiences and resist violence.

Keywords: Violence, necropolitics, enforced disappearance, subjectivity.

La desaparición de personas en un contexto situado de violencia: impactos subjetivos en una familia

Disappearance in a situated context of violence: subjective impacts on a family

Resumen

La desaparición de personas ha sido una de las manifestaciones más ominosas de la violencia en México iniciada a partir de la “Guerra contra el narcotráfico” en el año 2006, contando hasta la fecha más de 90 000 personas desaparecidas. Este trabajo pretende dar cuenta de la particularidad de la desaparición de personas en un contexto situado. Inicialmente, se explicitará el concepto de necropolítica para poder entender la violencia en el país y la configuración subjetiva que instaura. Después, se hablará sobre el concepto de subjetividad del cual se parte para entender las tres dimensiones en donde se instalan las significaciones sociales de la necropolítica. A partir de ello, se describirá el método utilizado para responder a la mirada interdisciplinaria que se plantea en el texto desde una óptica cualitativa que permitió ahondar en los procesos subjetivos. Se discuten la forma de desaparición que sucede en este espacio, los sitios de exterminio, así como los impactos que la desaparición ha dejado en esta zona de México, particularmente en los vínculos fragmentados, aislamiento y terror generalizado. Después, se ahonda en los impactos intrasubjetivos y la manera como la ha vivido la familia que participó el estudio. Se concluye que los colectivos de familiares de personas desaparecidas son importantes para poder elaborar las vivencias y hacer frente a la violencia.

Palabras clave: Violencia, necropolítica, desaparición de personas, subjetividad.

Abstract

One of the most ominous forms of violence in Mexico since the “Drug war” initiated in 2006, is disappearance, existing more than 90 000 persons disappeared. This work shows the way disappearance is particularly executed in a situated context. Initially, the concept of necropolitics is explained in order to understand violence in the country as well as the subjective configuration that is ensembled. Then, the concept of subjectivity is deployed mapping three dimensions of it, where social significations of necropolitics are constituted. So, the method used in the present research is described, responding to the interdisciplinary view shown in the theoretical framework, regarding on qualitative perspective in order to delve into subjective processes. Forms of disappearance in the situated context, as well as extermination places and subjective impacts are discussed, particularly broken links, isolation and generalized terror. Later, intrasubjective impacts and lived experiences of the family that participated in the study are analyzed. Conclusions aim to the importance of family organizations in order to elaborate experiences and resist violence.

Keywords: Violence, necropolitics, enforced disappearance, subjectivity.

1. Introducción[1]

La violencia que se ha vivido durante los últimos años en México ha dejado miles de experiencias de terror que dan cuenta de la llamada “Guerra contra el narcotráfico” del expresidente Felipe Calderón a finales del año 2006, siendo la desaparición de personas una de sus formas más ominosas. Actualmente, hay más de 90.000 personas desaparecidas (Comisión Nacional de Búsqueda [CNB], 2021) y más de 50.000 personas sin identificar en servicios forenses del país (Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México [MNDM], 2020). Esta violencia tiene similitudes con la vivida en regímenes totalitarios, dictaduras y otros conflictos sociopolíticos que se dieron en varios países de Latinoamérica. Sin embargo, a diferencia de éstos, el papel del Estado es menos visible y se añade la privatización de la violencia.

Esto da cuenta de que las desapariciones actuales tienen diferencias con las perpetradas en el periodo mal denominado “guerra sucia” en la segunda mitad del siglo XX en México: enmarcadas por la violencia de Estado, estaban bien definidas –que no significa justificadas– ya que se trataba de personas que buscaban democratizar la vida pública y eran identificadas como disidentes y “peligrosos” para el régimen político mexicano de ese entonces. Aunque esto sigue sucediendo, gran parte de las desapariciones actuales no responden a este tipo de lógica y pareciera ser que son al azar. Ambas desapariciones conllevan un dolor y sufrimiento a las familias que buscan, pero el hecho de que no se tenga bien identificado el porqué se las llevan conlleva impactos particulares, aunado a que estas muestras de violencia están enmarcadas en un nuevo panorama político y económico: México como un país “formalmente democrático” y la instauración cada vez mayor del neoliberalismo y la violencia como instrumento de implantación de éste.

Por esto, en este trabajo se busca conocer los impactos subjetivos que la desaparición de personas ha tenido en una familia dentro de un contexto situado de violencia. Para ello, se hablará de la postura teórica que se toma para conceptualizar la violencia y desaparición de personas en México, así como a lo que se define como subjetividad. Se hace hincapié en esta última puesto que la mayoría de acercamientos hacia efectos, daños, consecuencias, son, al menos, de dos maneras: 1) enmarcadas en dictaduras, regímenes totalitarios y violencia de Estado (Gatti, 2017; Mata-Lugo, 2019) quedando fuera los procesos histórico-sociales y universalizando las vivencias; y 2) centradas en un paradigma médico-funcionalista, es decir, en la descripción de diagnósticos psiquiátricos como el estrés postraumático o la elaboración del duelo (Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas [CEAV], 2016; Mata-Lugo, 2019), quedando a un lado la comprensión dinámica y la experiencia de las personas.[2]Por lo tanto, se busca comprender cómo se vive la desaparición en un contexto particular, ya que las configuraciones sociales que se dan son específicas. Aunque la manera de vivir la violencia y la desaparición no se pueden generalizar, es necesario contar con investigaciones situadas ya que, como Haraway (1995) menciona, el conocimiento no está desligado del contexto ni de la posición subjetiva de quien lo emite, ni del sujeto investigador mismo. En ese sentido, ya se ha mencionado la categoría de contexto situado que propone Flores-Palacios (2015) y que será de utilidad para enmarcar este contexto específico con sus configuraciones imaginarias e intersubjetividades particulares, pero sin estar desprendido del contexto histórico-social del país.

2. Necropolítica: violencia y configuración imaginaria de la vida

Las circunstancias actuales del país han llevado a pensar de diferentes maneras la violencia y poder abordarla desde diversas aristas conceptuales y disciplinares (Arteaga, 2003; Galtung, 2003; Gerlach, 2010; Melenotte, 2020). Una de las formas que ha ganado terreno y tiene una gran capacidad explicativa es lo acuñado por Mbembe (2011) como necropolítica: en paralelo con la biopolítica (Foucault, 2006) –donde se busca controlar los cuerpos y la vida– en éste se busca controlar la muerte, es decir, cómo habrá gente que viva y otra que deberá morir. Este concepto ayuda a pensar lo que sucede en países como México donde, sin un conflicto declarado, las desapariciones, asesinatos en masa, secuestros, fosas clandestinas, son dispositivos necropolíticos para controlar territorios por cuestiones económicas –sea el tráfico de drogas ilegales, la trata de personas, la explotación de recursos naturales, etc.– a partir del terror y no sólo para eliminar a los que son considerados disidentes (Estévez, 2018; Mbembe, 2011). Por lo tanto, la necropolítica está anclada al capitalismo salvaje y al neoliberalismo, donde se le asigna un valor económico a todo, incluso a los cuerpos y a la muerte (Valencia, 2010).

Además de estas muestras de terror, es indispensable constituir un régimen de subjetividad. Como mencionan Mbembe y Roitman (1995), se hacen configuraciones imaginarias sobre la vida cotidiana y se establecen ciertas condiciones de vida: se desplaza a ciertos sectores de la población de las políticas de bienestar, situándolos en situación de pobreza, exclusión y privación de sus derechos, lo que los coloca en una gran vulnerabilidad y marginación social (Arteaga, 2006). Henao (2016) dirá que este movimiento de precarización de poblaciones y territorios busca volver “desechables” a las personas, es decir, que es menester que se “eliminen” para el fin económico de otros.

Se crean significaciones imaginarias sociales que después se convertirán en “necesarias” para legitimar el orden social, basado principalmente en posiciones binarias como policía-delincuente, bueno-malo, etc., indispensables para que el capitalismo funcione (Castoriadis, 2013). En ese sentido, Mbembe (2001) dirá que lo que se encuentre fuera del canon del hombre blanco-occidental-heterosexual, no será visto como humano: se apuntalan significaciones sociales hegemónicas que responden a un sistema estructurado desde la desigualdad e injusticia y que legitiman el actuar contra estas poblaciones. Por lo tanto, cuando el gobierno utiliza frases como “daños colaterales” o “criminales”, lo que se observa es una legitimación de la violencia contra estos actores, configurando cierto imaginario social criminalizando a las personas que sufren la violencia y, por lo tanto, justificando la intervención militar/policial (Astorga, 2015; Calveiro, 2010).

Entonces, más allá de entender la violencia como una afrenta contra la vida, en este trabajo se entiende como el desplegado de dispositivos de control y eliminación como parte de la gubernamentalización del Estado mexicano anclada a la necropolítica, donde los actores pueden ser estatales y/o particulares, no sólo a partir de la violencia directa, sino a partir de la implementación de modos de subjetivación y perpetuación de desigualdades sociales y de relaciones sociales de dominación (Arteaga, 2003; Estévez, 2018; Mbembe, 2011; Valencia, 2010).

Si bien la situación nacional versa sobre esta dinámica, hay espacios y territorios donde se despliegan estas máquinas de guerra –privadas y/o militares– y muestran todo el terror que pueden crear, constituyendo mundos de muerte (Arteaga, Dávila y Pardo, 2019). En estos, pareciera que se suspende la legalidad –o más bien, se crean nuevas– y se legitiman actos para crear un estado de sitio para controlar un territorio en específico (Mbembe, 2011). Al igual que lo expuesto anteriormente, no sólo son los actos violentos los que serán importantes tomar en cuenta, también la configuración subjetiva que se da en estos espacios, puesto que modificarán la vida cotidiana, las relaciones y prácticas dentro de una comunidad. En ese sentido, la categoría de contexto situado ayuda a comprender la micro-cultura y las intersubjetividades que se establecen (Flores-Palacios, 2015) atravesadas por la violencia. Así, pueden observarse diferencias entre estos espacios de muerte constituidos en el país, los impactos subjetivos y la forma particular de vivir las desapariciones de las familias insertas en estos contextos.

Es así como el objetivo de la presente investigación fue analizar los impactos subjetivos en una familia originaria de un contexto situado de violencia. La pertinencia de tomar a la familia como unidad de análisis descansa en que este grupo es el portavoz de lo social y que puede ser un motor para elaborar la ausencia y lo disruptivo de la violencia (Kaës, 2006). Son las familias las que principalmente cargan con los impactos y las que se han movilizado en colectivos de búsqueda, convirtiéndose en agentes políticos y brindando posibilidades de resistir a la violencia (Argüello, 2019).

Este trabajo parte de una visión más allá de dicotomías e inserta procesos y mecanismos psicosociales para ampliar el análisis de los impactos subjetivos de la desaparición de personas. La subjetividad es entendida como una organización compleja que se produce a partir del vínculo con los otros, las instituciones y significaciones imaginarias sociales, comprendiendo procesos que constituyen al sujeto en su dimensión psíquica ­–representaciones, afectos, deseos, fantasías– y su dimensión histórico-social –instituciones, significaciones, discursos, narrativas, saberes, normas, formas de ejercicio del poder, modos de subjetivación– por lo que no es exclusivamente individual. Se sitúan tres dimensiones para hablar de la subjetividad: 1) la transubjetiva, entendida como lo común, es decir lo imaginario social, instituciones y significaciones imaginarias sociales (Castoriadis, 2013; Jodelet, 2008) que, en este caso, corresponden a la gubernamentalidad necropolítica; 2) la intersubjetiva, refiriéndose a los vínculos, lazos sociales e intercambios establecidos dentro de un contexto situado (Flores-Palacios, 2015; Kaës, 2010) y que, en contextos de violencia, se ven desgarrados, se tiende al aislamiento de las personas, mostrando la destrucción simbólica que puede generarse (Benyakar, 2006; Kaës, 2006, 2010); y 3) la intrasubjetiva, donde se puede vislumbrar la dinámica psíquica, siendo que la desaparición puede generar vivencias traumáticas, es decir, desarticuladas psíquicamente y generando diversos estados de malestar y dolor (Benyakar y Lezica, 2005; Kaës, 2010). En esta interrelación se podrá observar, también, la importancia de los colectivos de búsqueda para elaborar y hacer frente a la violencia y, como menciona LaCapra (2005), cómo la angustia puede engendrar potencia.

Se plantea este modelo teórico de la subjetividad puesto que, en primera instancia, las significaciones y representaciones sociales son creadas por sujetos activos que están interactuando constantemente. Las tres dimensiones contienen especificidad propia, pero operan interrelacionadas para crear nuevos sentidos o apuntalar los instituidos, ya que los sujetos pueden encarnar las significaciones que emanan de lo transubjetivo y ponerlas en acto a través del discurso y acciones encaminadas a la interacción, es decir, a la intersubjetividad. Además, el fenómeno de la violencia muchas veces es pensado solamente desde una vertiente y sólo tomando en cuenta la destrucción física, lo cual reduce muchas veces su campo de análisis al situarse sólo desde un lugar y en algunas ocasiones dejando de lado el contexto social y situado en donde se manifiesta y los modos de subjetivación que pueden implementarse a partir de ésta (Arteaga, 2003). Jodelet (2008) menciona al respecto de estas tres dimensiones:

Ellas nos invitan a tomar en consideración la negociación entre las condiciones trans-subjetivas y la liberación propiciada por un pensamiento subjetivo comunicable y comunicado en la intersubjetividad, así como también a descubrir, en el juego de estas tres esferas las condiciones de una libertad que apuntalará las intervenciones orientadas al cambio social. (p. 59)

Por lo tanto, la aproximación que se hace es desde un enfoque interdisciplinario, puesto que un solo referente teórico no es capaz de explicar en su totalidad lo que sucede en los tres registros. No significa que se alcanzará una explicación ontológica que contemple todos los rubros en cada dimensión de la subjetividad, pero que se podrán observar las interrelaciones y coincidencias entre éstos, así como su especificidad propia al momento de hablar de la desaparición. Los conceptos emanados del psicoanálisis –que brindan una comprensión profunda y dinámica sobre la experiencia de las personas–, la teoría de las representaciones sociales, de lo imaginario social –ambas que ofrecen una manera de entender las construcciones sociales que se hacen sobre los fenómenos y cómo inciden en la configuración subjetiva­– y la necropolítica, no serán vistos como corpus o sistemas teóricos, más bien como contribuciones conceptuales en aras de problematizar y proponer otras formas de mirar fenómenos sociales (Fernández, 2021; Jodelet, 2008; Kaës, 2010). Desde este lugar teórico es que, entonces, se hace la propuesta metodológica.

3. Aproximación metodológica

3.1 Diseño del estudio

El enfoque de esta investigación es cualitativo, ya que se busca ahondar en los procesos subjetivos (Álvarez-Gayou, 2003). Esto es importante debido a que, como se mencionó arriba, la mayoría de aproximaciones que se hacen sobre impactos de la desaparición y de eventos relacionados con violencia son vistos desde un paradigma médico-cuantitativo y no toman en cuenta los procesos histórico-sociales: se psicologizan el sufrimiento y circunstancias políticas (Fernández, 2021). Como menciona Flores-Palacios (2015), en la experiencia vivida, además de referirse a cuestiones afectivas e intrasubjetivas, se incluyen los referentes sociales que se ven desgarrados por la violencia. Además, siguiendo a Haraway (1995) y Robledo-Silvestre (2016), son necesarias investigaciones situadas sobre la desaparición de personas, puesto que las regiones varían entre sí, además de que la experiencia de las personas estará atravesada por su contexto.

Para la presente investigación, se recurrió a una estrategia metodológica que respondiera a esta caja de herramientas conceptuales e interdisciplinaria, por lo que se utilizó observación participante y entrevistas informales para recabar información sobre el contexto situado que se visitó: el norte de Veracruz (v. Figura 1). Esto permitió obtener datos sobre los significados y prácticas colectivas en torno a la desaparición a través de la descripción densa, sin que signifique exhaustiva (Geertz, 2003; Jociles, 2018). Después, se realizó entrevista a profundidad con una familia y se buscó ahondar en los significados, representaciones y experiencias. En la interacción misma entre entrevistador y entrevistados, se ponen a prueba los conceptos teóricos aquí utilizados con la experiencia de las personas (Kvale, 2011). De esta manera, con estas técnicas de recolección de información, se pueden analizar las interacciones entre dimensiones subjetivas, puesto que los significados que se den de manera particular en una persona estarán permeados por las significaciones sociales y el contexto situado.


Figura 1.

Municipios de la zona norte de Veracruz visitados por la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas.

Nota. Adaptado de INEGI (2018)

3.2 Participantes

Se trató de una muestra no probabilística a conveniencia y coincidente con el objetivo de la investigación. Se eligió a una familia, constituida por padre y madre, que buscan a su hijo desaparecido en 2010 y que son originarios del contexto situado. Además, el proceso de observación participante y entrevistas informales se hizo en el marco de la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas [VBNBP].[3]

3.3 Procedimiento

Se utilizó la estrategia de “bola de nieve”, en donde se pudo ir conociendo a familiares de personas desaparecidas y acompañantes solidarios de éstas, para que fueran introduciendo a los colectivos de búsqueda y, al final, recibir invitación para participar en la VBNBP. Para la entrevista a profundidad, se localizó a una familia que participaba en las actividades y se le invitó al presente estudio. Fue una entrevista abierta en donde se buscó explorar el antes y después de la desaparición, sin preguntas establecidas previamente, en donde se propició que la familia pudiera hablar libremente. Se abrió la entrevista preguntando sobre su hijo, formulando preguntas en torno a la desaparición –cómo fue, quiénes se lo llevaron– para de ahí ir ahondando en las reacciones subjetivas.

3.4 Consideraciones éticas

La VBNBP sabía de la presente investigación, así como las familias con las que se interactuó durante la dinámica colectiva. Aunado a esto, la familia entrevistada firmó un consentimiento informado, donde se les explicaron los objetivos del estudio, así como los posibles riesgos de participar, ya que son temas sensibles y se puso especial énfasis en la posibilidad de contener emocionalmente. Se garantizó el anonimato en todo momento y no se menciona ningún nombre real.

3.5 Análisis de la información

Se grabó la entrevista con previa autorización de la familia y se transcribió manualmente. Se utilizó análisis de contenido, insertando las categorías emanadas de la concepción psicoanalítica de la intrasubjetividad para profundizar en las vivencias de la familia. Se usó el software ATLAS.ti (Versión 8.4.5), que posibilita hacer análisis cualitativo, codificar en categorías y realizar redes categoriales. Esto permite identificar las respuestas de la familia que ejemplifiquen lo expuesto teóricamente (Gibbs, 2012).

Para la observación participante y las entrevistas informales, se utilizó un diario de campo para ir anotando observaciones y reflexionando sobre lo obtenido, buscando el significado y la comprensión de las personas a partir de los conceptos teóricos (Angrosino, 2012).

4. Resultados y discusión

4.1 Breve panorama sobre la violencia en Veracruz

Veracruz fue situándose como uno de los estados con mayores niveles de rezago social, según cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social [CONEVAL] (2019), siendo que el 61.8% de la población se encuentra en situación de pobreza y el 17.7% en pobreza extrema. Esto va aunado a los diversos conflictos suscitados en las administraciones de los exgobernadores Fidel Herrera y Javier Duarte, estando el último actualmente preso. Diversos colectivos de familiares de personas desaparecidas y Organizaciones no Gubernamentales [ONG] hablan de cómo la situación de violencia comenzó a escalar en el estado y que una de las organizaciones criminales favorecidas fueron Los Zetas (Palacios, 2020; Villarreal, 2014; Zavaleta, 2016). Éstos son conocidos como de los más sanguinarios, realizando actos terroríficos tales como decapitaciones, desmembramientos, entre otros, que le dieron su distinción dentro de las organizaciones criminales y marcaron una tendencia respecto al sadismo empleado (Pérez, 2016). En el año 2010 comienzan a vislumbrarse las desapariciones y otras muestras de violencia que se van a extender a lo largo de los años. Sin embargo, desde el gobierno estatal –en concordancia con la estrategia federal– se trató de ocultar lo que estaba sucediendo, minimizándolo o reduciéndolo a conflictos entre grupos criminales. Es conocida la frase del exgobernador Javier Duarte al momento de abordar el tema de la violencia en la entidad: “Antes se hablaba de balaceras y asesinatos, de participación de la delincuencia organizada, y hoy hablamos de robos a negocios, de que se robaron un Frutsi y dos Pingüinos en el Oxxo[4](Zavaleta, 2014).

Estas situaciones van a mostrar que las desigualdades sociales presentes en Veracruz se van a dinamizar por la violencia. Esto implica que no sólo fueron las organizaciones criminales las “causantes” de la violencia. Al acrecentarse la pobreza y otras desigualdades, las personas en esta situación son empujadas aún más a lugares de vulnerabilidad. En lugar, entonces, de resolver cuestiones de desigualdad social, se criminaliza y se militariza la actuación del Estado. En ese sentido, Mbembe (2011) habla del estado de sitio como una institución militar, donde todos son enemigos a destruir y en Veracruz comenzó a suceder eso a partir de operativos policiales comandados por el ejército y la marina:

Las desapariciones no eran casos aislados o resultado casual de la actuación de algún policía corrupto. La Fiscalía señala que era una “política institucional pero clandestina” de supuesto combate al crimen organizado, bien estructurada, donde incluso había partes informativos en los que se reportaban los aseguramientos [énfasis añadido]. Eran informes internos que siempre se ocultaron a las autoridades responsables de investigar e impartir justicia. (Angel, 2018)

Esto muestra que, como dirá Estévez (2018), los dispositivos necropolíticos son implementados tanto por agentes particulares como por estatales: tanto las organizaciones criminales como los policías y militares encargados de la estrategia desaparecían personas. Todo esto llevó a que fueran emergiendo diversas historias de terror que involucra la desaparición de personas hasta llegar a la actualidad (CNB, 2021; Comisión Nacional de los Derechos Humanos [CNDH] y Universidad Nacional Autónoma de México [UNAM], 2019; Palacios, 2020; Santiago, 2020):

Estas puntualizaciones dan una noción sobre lo que sucede en Veracruz y la desaparición de personas. Empero, había una cuestión particular respecto de la zona norte: el poco hallazgo de fosas, cuerpos y otros indicios similares (Santiago 2020). Esto, con los primeros hallazgos que se comenzaron a hacer por colectivos del estado y después por la VBNBP, dieron cuenta de un lado aun más ominoso de la desaparición: las “cocinas” del crimen organizado. Este tipo de prácticas se han encontrado con personajes como “El Pozolero” (Robledo-Silvestre, 2014) o en zonas de dominio de Los Zetas (Pérez, 2016).

4.2 El norte de Veracruz como contexto situado de violencia

El CONEVAL (2019) muestra que esta zona es una de las más golpeadas en cuanto a carencias sociales y económicas, además de contar con un número importante de población indígena que sufre estas condiciones: en Tantoyuca, municipio de La Huasteca, el 74.5% se encuentra en pobreza y 27.8% en pobreza extrema; en Papantla, el 62.9% de habitantes se encuentran en pobreza, mientras que el 17.2% en pobreza extrema. Paradójicamente, este espacio geográfico alberga una de las zonas que más produce para Petróleos Mexicanos [PEMEX] (Santiago, 2020). Esto vuelve común encontrar complejos petroquímicos por toda la zona, además de los quemadores de gas prendidos en medio de la vegetación. Esta región fue escogida por la VBNBP debido a diversas cuestiones: la “falta” de indicios de desapariciones en esa zona; Papantla es conocido como una de las zonas más peligrosas del país (De Alba, 2020), así como los municipios aledaños que conforman la Zona Metropolitana de Poza Rica; ya en otras ocasiones los colectivos de búsqueda habían rastreado la región, sobre todo al rancho de La Gallera, encontrando sitios de exterminio.

Desde los días previos al inicio formal de la VBNBP, se advirtió que las esperanzas de encontrar cuerpos se reducían cada vez más. Se acudió a diversos puntos de la zona para buscar indicios y rumores de la gente del lugar sobre posibles focos de búsqueda, lo que ellos le llaman “la avanzada”. En estos mismos rumores, la gente les iba comunicando sobre los puntos donde deshacían los cuerpos. Al principio, a las familias les costaba trabajo creer que con eso se encontrarían. Ya cuando arrancan las actividades, comenzaron a toparse con este escenario.

En la primera salida que se hizo para buscar a personas desaparecidas en centros de reclusión, hospitales, de adicciones, entre otros –eje que la Brigada llama Búsqueda en vida– se dirigió a los Centros de Readaptación Social [CERESOS] [5], de Poza Rica y Papantla. Aquí comenzó a vislumbrarse una cuestión que no es nueva en estos contextos: el miedo generalizado de los habitantes de la región. Al finalizar la búsqueda, sin resultados positivos, las familias acudieron al centro de Papantla, con el objetivo de brindar mensajes a la población sobre la VBNBP y sobre el trabajo que realizan, además de pegar fichas de identificación y de búsqueda de varios de los familiares de los colectivos que participaban. Una de las cosas que se propuso realizar fue el “Buzón de Paz”, que consistía en una caja donde se exhortaba a las personas a hacer denuncias anónimas sobre las desapariciones ocurridas en la zona, así como brindar información que llevara a la localización de sus seres queridos. Fue impresionante el hecho de que hubo varias mujeres que se acercaron a contar su experiencia y, sobre todo, a comentar dos situaciones: que tenían a un familiar desaparecido, pero que no habían hecho la denuncia por miedo a sufrir el mismo destino; y rumores sobre puntos de cocinas. Estas dos cuestiones iban a ser una constante en las salidas del eje de Búsqueda en Vida, lo que fue dando cuenta del estado de terror que impera en la zona. Además, las cocinas iban imponiéndose más como una significación social para hablar de la desaparición. Una de las mujeres incluso comentó: “a mis sobrinos ya no los van a encontrar, de seguro los cocinaron ahí” (entrevista realizada a mujer, 10 de febrero de 2020).

Este acercamiento de las personas a la Brigada, sobre todo en el eje de Búsqueda en Vida, fue algo generalizado. Este eje visitó los municipios de Papantla, Poza Rica, Tantoyuca, Tuxpan y Misantla. En todos ellos, al menos una persona se acercaba para contar su experiencia y que no habían denunciado por miedo a represalias, ya fuera en una plaza pública que la Brigada utlizaba o dentro de alguno de los CERESOS. De igual manera, había personas que se acercaban para mostrar apoyo e incluso regalar algunos víveres, ya que en algunos de estos lugares la temperatura era muy alta. Asimismo, las personas que veían que las madres pegaban las fichas de identificación en postes de luz, paredes, letreros, se acercaban a observarlas y algunas daban palabras de aliento. Hubo otros casos en los que se evidenciaba el control social y territorial:

Uy no, mejor ya no busquen, a esos ya no los van a encontrar… Por eso mejor ni buscamos. A esos se los llevan a trabajar y ya luego los sueltan, muertos. Sobre todo indígenas que no hablan español, a esos se los llevan a cada rato. Por eso mejor no decimos nada, no nos vaya a pasar lo mismo. (entrevista realizada a mujer, 12 de febrero de 2020)

Además, se mostraba cómo condiciones raciales ponían en situación de vulnerabilidad a sectores de la población. También, las miradas de extrañeza de muchas personas que pasaban durante las manifestaciones en las plazas públicas y algunas incluso acelerando el paso o evitando hacer contacto visual, mostrando el miedo y el intento de no querer ver la situación de crisis humanitaria. Esto muestra que, en este entorno de violencia, se obliga a asumir una culpabilidad y un silencio ensordecedor para mantener el panorama sin cuestionamiento alguno y tender a la clausura. Esta pérdida de la crítica menciona Castoriadis (1997), es una muestra de la crisis de estos referentes sociales, ya que tienden a la alienación y a la fragmentación de los vínculos. Al final, se le obliga a las personas a mantener silencio: “Aceptará escuchar que la memoria de lo que no ocurrió al sujeto mismo o lo que no ha dejado rasgos en su memoria es para él el memorial de lo impensable” (Kaës, 2006, p. 163). Por lo tanto, no se puede pensar que la desaparición solamente afecta al mismo desaparecido o a la familia inmediata. Se busca el control de territorios, por lo cual la desaparición, aunque no le suceda directamente a alguien, la aliena a este estatus quo. Por eso, Benyakar (2006) va a mencionar que a veces el efecto devastador no es solamente por la destrucción física, también el estado subjetivo que se impone, trastornando la capacidad de pensamiento y elaboración, además de provocar aislamiento y fragmentación de vínculos. Esta onda expansiva es la que permite que se controlen territorios y que la gente no salga de sus casas, lo cual fue algo que se constató durante toda la VBNBP.

Durante la primer semana, el eje de Búsqueda en campo –nombre que le da la Brigada a las familias que buscan en terreno y en fosas– no tuvo mucho éxito, según sus palabras. Se dirigían a terrenos en medio de la selva veracruzana y a predios infestados de maleza que daban cuenta del abandono y el paso del tiempo. No encontraban restos humanos o indicios de que hubieran personas enterradas ahí, salvo el primer día, que encontraron los restos de una mujer. A pesar del clima caluroso que se sentía en la región, el trabajo físico que exige la búsqueda, así como lidiar con una pequeña plaga de garrapatas que afectó a muchos que fueron a esta actividad, las familias no paraban de buscar. Sin embargo, estos “pocos o nulos” resultados comenzaron a dar cuenta y traer a colación lo que se advirtió desde un principio. Se puede pensar que las familias y que los colectivos, incluso los locales, se resistían y negaban a toda costa algo que, a lo largo de la VBNBP, fue cada vez más imposible hacer, por lo terrible de la catátrofe social y humanitaria: las personas eran sistemáticamente eliminadas, incineradas o disueltas en ácido, lo cual reducía las esperanzas a casi nada de encontrar a sus familiares. Estos sitios de exterminio daban cuenta del horror que muchas personas vivieron y siguen viviendo en la zona. Algunos familiares incluso cuentan que los quemadores de gas de PEMEX se multiplicaron sin explicación aparente, pero que después cayeron en cuenta que, en realidad, se trataba de cocinas en operación.

Este punto de inflexión y de reconocimiento de una violencia extrema tuvo su momento cúspide el día que se visitó La Gallera, localizada en el municipio de Tihuatlán. Las personas cuentan que este rancho perteneció a una familia que sufrió el secuestro de sus integrantes por Los Zetas, los cuales dieron como condición de liberarlos la entrega del predio. En el lugar, hay una casa de dos pisos, donde puede observarse que estaba destinado para casa-habitación. En la parte trasera, se localiza un horno de piedra que, suponen las familias, estaba destinado a hacer zacahuil, el tamal más grande del mundo y que es típico de la región. La Gallera ya había sido visitada varias veces por los colectivos de la región y las autoridades, por lo que sería la quinta vez que era visitado. Ya en otras ocasiones se habían encontrado restos humanos y las autoridades se habían comprometido a procesar las muestras que recogieran, pero no sucedió. Aunado a este panorama de impunidad, el gobierno contaba con la declaración de una persona detenida desde el año 2011, donde explicaba el contubernio entre Los Zetas y las corporaciones policíacas, pero también daba la localización de estos campos de exterminio (Santiago, 2020). De esta manera, se trató de ocultar lo que sucedió con muchas personas. Esto explica, entonces, porqué la VBNBP tuvo esos resultados.

Al caer la noche del día que se visitó La Gallera, las familias regresaron al punto de encuentro en Papantla con una profunda tristeza. Una de las familiares, sollozando, se acercó y dijo: “estamos acostumbrados a encontrar cuerpos” (entrevista con mujer buscadora, 18 de febrero de 2020). En eso, soltó el llanto y comenzó a intentar articular lo que había vivido en La Gallera, tratando de buscar palabras que pudieran nombrar este horror. Fue un enunciado que muchos familiares dijeron el resto de los días de la VBNBP, lo cual evidenció la particularidad de la desaparición en este contexto situado y las consecuencias de los dispositivos necropolíticos. De igual manera, contrastaba con el hallazgo de la fosa más grande de México, a unas horas de La Gallera, mostrando la diferencia entre regiones y contextos, aún siendo el mismo estado. En este contexto situado, la desaparición puede ser comprendida como una múltiple desaparición: cuando se las llevaron, se les privó de la libertad, las torturaron, las asesinaron y sus restos todavía mutilados e incinerados o disueltos en químicos. Ya no hay rastro alguno de esas personas, fueron borradas y se les arrancó el derecho a existir e incluso a ser velados: como menciona Butler (2010), se les estigmatiza como vidas sin posibilidad de duelo. Incluso, restos y ropa de niños, niñas y objetos para bebés fueron encontrados, lo cual habla del exterminio sistemático y la capacidad de los dispositivos necropolíticos de despojar de su humanidad a cualquiera. Como menciona Mbembe (2011), no hay rastro de ataraxia, puesto que es un escenario que perturba en extremo y que tiene como fin controlar a la población. Si la desaparición misma conlleva a un estado liminar, de vacío, ¿cómo significar lo que sucedió aquí?

Una de las maneras que surgió a lo largo de los años de la voz de los familiares para hablar del desaparecido y que se relaciona con la idea de “cocinas” al hablar de estos campos de exterminio fue decir que a las personas “las zacahuileaban”. Es llamativo el hecho de que un platillo típico representativo de la región –el tamal más grande del mundo– sea elegido para llamar las desapariciones: si bien se hace referencia, como sucedía en La Gallera, a que se usaba un horno para cocinar zacahuil, parece que también se vuelve una forma típica y representativa de la desaparición en esta zona. Es una situación similar a la que ocurre con El Pozolero, donde se recurre a un platillo típico para poder hablar sobre las desapariciones. Tal como menciona Uribe (1990), en esta forma de representarse los cuerpos puede observarse la liga con las significaciones sociales del contexto situado, algo que podría ahondarse en estudios posteriores. En este tipo de enunciaciones, se puede observar cómo las significaciones pueden relativizar la materialidad y apartarse del hecho mismo, pero también como un intento de llenar el vacío carente de representación que puede observarse en esta situación y posibilitar la puesta en palabras:

Sí, porque en aquel entonces tú dices… cuánto sufrió mi hijo, lo maltratarían psicológicamente, no sé, se te vienen tantas cosas a la cabeza. Ya ves que, en aquel entonces, en el 2010, que los… cocinaban… que los… no, no… tantas cosas… ya… últimamente los secuestran y te los tiran… como… hecho pedazos, como quieran, pero ahora ya te los tiran… ahí… y antes te los desaparecían, te los quemaban, te los cocinaban, no sabemos… (entrevista con madre de persona desaparecida, 17 de febrero de 2020)

En esta enunciación se busca llenar un vacío de significación dejado por la desaparición. Como mencionan Feldman (1995) y Segato (2013), el lenguaje producido a partir de la violencia relaciona categorías de acción con transformaciones del cuerpo instrumentándolo políticamente, convirtiéndolos en emisarios del terror. Aún que pareciera irracional la relación que se establece entre el zacahuil, las cocinas y los sitios de exterminio, muestra la lógica que establece la violencia, trastocando el orden simbólico y promoviendo modos de subjetivación anclados a la necropolítica, naturalizándolos. Es una situación similar con neologismos que han surgido tales como “levantón” –para referirse a la desaparición– o “ejecutados” –asesinatos– para no nombrar a lo que se refiere. Sin embargo, en este trastocamiento simbólico es que también surgen nuevas oportunidades para crear nuevos sentidos que posibiliten la agencia política.

Tal como menciona Argüello (2019), los colectivos de familiares de personas desaparecidas son una oportunidad política para incidir en la agenda pública y, sobre todo, el no olvidar. Muchas de las familias no se habrían imaginado estar en este tipo de ejercicios y colectivizando su dolor. Por eso, como menciona LaCapra (2005), este dolor también puede engendrar potencia. Son cosas que se contraponen a los dispositivos necropolíticos, a la búsqueda de negación por parte del Estado y a mantenerlos en una parálisis de dolor sin hacer nada. En este contexto situado surge la posibilidad de transformar sus vivencias en aras de un proyecto colectivo (Flores-Palacios, 2015). Como menciona Fernández (2021), las acciones colectivas de las familias invitan a inventar nuevos sentidos y a cuestionar los establecidos por este régimen de subjetividad. En ese sentido, la memoria y la institución de nuevas significaciones imaginarias sociales es posibilitada por la colectividad: “puede reinvertirse en una perspectiva interpretativa abierta al futuro, fuente de reapropiación colectiva y no una simple museografía apartada del presente” (Dosse, 2009, p. 19). Se podrá ahondar en esta agencia a través de los impactos de la desaparición dentro de la familia.

4.3 Impactos de la desaparición de personas en la unidad familiar: vivencia traumática y agencia política

Centrarse en la comprensión de los impactos intrasubjetivos puede correr el riesgo de psicologizar el sufrimiento de las familias. En este trabajo, como se ha dicho anteriormente, recurre a conceptos del psicoanálisis para pensar la dinámica psíquica que se genera a partir de un evento como la desaparición. Sin embargo, se toma distancia respecto a posiciones teóricas que familiarizan, vuelven lo edípico como origen del conflicto o tienden al psicoanalismo, sin cuestionarse esta forma de ejercer el poder dentro de la teoría psicoanalítica. Se sitúa la pérdida a nivel transubjetivo e intersubjetivo, puesto que las desapariciones son situaciones que ocurren a muchas personas y responden a los procesos histórico-sociales, por lo que no tendría que recurrirse a conceptos que universalicen o evocar pérdidas trascendentales y estructurales que reducen el campo de análisis (LaCapra, 2005). Como menciona González (1998):

La configuración de lo que Freud llamaba la novela familiar adquiere otras tonalidades, pues esta vez no es el individuo el que recrea a placer su genealogía, sino que se ve enfrentado a una historia significativa, colectiva, intergeneracional y mortífera que le precede o lo acompaña desde sus primeros años infantiles [o vida adulta]. (p. 96)

Lo que se verá a continuación es la configuración singular de una familia y la manera cómo viven la desaparición.

Rocío y Esteban son originarios del contexto situado y buscan a su hijo Humberto, desaparecido el 18 de septiembre de 2010. Su hijo salió de fiesta con unos amigos de su esposa que venían de visita de otro estado. Entran a un centro nocturno a divertirse Humberto, su esposa, la hermana de él y dos amigos con sus respectivas parejas. En la madrugada, al salir del lugar, policías federales vestidos de civiles detienen a los tres hombres y los suben a una camioneta sin dar explicaciones. La hermana, desesperada, intenta subir a la camioneta para liberarlos, pero es bajada a golpes. Las esposas comienzan a protestar y a llamar por teléfono para avisar a sus familiares. La camioneta arranca y se lleva a las tres personas. Horas después, los padres de los tres detenidos son contactados vía telefónica para exigir un rescate: se trataba de un secuestro. Los policías federales los habían entregado a la Policía Intermunicipal que, en ese entonces, operaba en la Zona Metropolitana de Poza Rica y municipios aleñados; éstos, se los entregaron a Los Zetas. Pidieron una suma de dinero, planearon la entrega en la carretera y acudieron la hermana de Humberto y el padre de uno de ellos. Dieron el maletín con el dinero exigido y se regresaron. Sin embargo, comentan:

Quedando… comprometidos a entregar a los tres muchachos a las 24 horas… y de esas 24 horas se hicieron 10 años que vamos a cumplir… y que nunca… nunca cumplieron con lo que nos habían prometido… y nosotros desde esa noche, nos pasamos como 2 meses sin dormir, sin comer, nada más tomando agua… terrible… (entrevista con Esteban, 17 de febrero de 2020).

A partir de este día, los padres de Humberto se movilizaron con autoridades para poder tener alguna respuesta sobre el paradero de su hijo. Esto los llevó a toparse con el funcionamiento burocrático de las instituciones gubernamentales, así como el contubernio entre autoridades y crimen organizado, incluso interponiendo las denuncias correspondientes fuera del contexto situado:

¿Sabes porqué no denunciamos en Poza Rica? Porque tú vas con el Ministerio Público a querer denunciar y ya cuando… cuando antes de que te tomaran a ti la declaración, ya le estaban hablando al jefe de Los Zetas y a ti ya te desaparecían. Por eso optamos por ir a [la Ciudad de] México. (entrevista con Esteban, 17 de febrero de 2020).

Gracias a las acciones que la familia ha emprendido, pudieron dar con dos responsables de la desaparición de su hijo: policías federales activos y que seguían extorsionando y secuestrando. Sin embargo, una de las personas capturadas obtuvo su libertad por un juez y actualmente se encuentra prófugo de la justicia. Aunado a esto, han vivido otros episodios de violencia, puesto que han intentado extorsionarlos, otro de sus hijos fue secuestrado e incluso tuvieron que huir de su lugar de origen.

Todas estas situaciones y eventos han provocado que surjan diversas reacciones en la familia y una gran dificultad de elaborar lo sucedido. Una de las características de la desaparición, a diferencia de otros eventos de violencia es que queda incrustada como una vivencia desarticulada y como un eterno presente, una temporalidad trastocada que incluso apareciendo la persona puede que no termine (Retama y Rojas-Rajs, 2020). No importa cuánto tiempo haya transcurrido:

[…] yo desde esa fecha, hasta ahorita, hay veces que… en las noches y despiertas, ya no concilias el sueño… ya te pasas la noche en vela… [silencio prolongado] como si fuera… como si hubiera pasado ahorita… Vemos una… Ahorita que andamos en búsqueda, que siempre hemos andado en búsqueda, vemos una escena de cómo actuaron… y se te viene a la mente lo peor… lo peor que le hicieron, o sea… cuánto sufrimiento tendría mi… es… es… es terrible… es terrible… (entrevista con Esteban, 17 de febrero de 2020).

Benyakar y Lezica (2005) le llamarán vivencia traumática, puesto que es una paradoja la que se instala: la violencia irrumpe en lo anímico y tiene la capacidad de trastocar las vivencias, imposibilitando la elaboración. Además, de manera similar a cómo la violencia trasgrede lo simbólico y puede relativizar ciertas categorías, dentro de lo psíquico se instalan binarismos que producen paradojas, tales como vivo-muerto, presencia-ausencia, está-no está. Todo esto genera ambigüedad y la sensación de locura, puesto que la irrupción de la desaparición en lo psíquico, con sus paradojas, trastoca el modo de elaboración. Al momento de hablar de su hijo, la familia lo refiere así: “Bueno… Señas particulares… Tenía [énfasis añadido] un este… Cristo… en la espalda, en forma de cruz… o tiene, mejor dicho, todavía no lo encuentro… [énfasis añadido] Tiene un… un… tatuaje de una este… ¿lagartija? (entrevista con Esteban, 17 de febrero de 2020). Davoine y Gaudilliére (2011) lo explican así: “Esta catástrofe siempre futura rompió los límites imaginarios que separan el adentro del afuera, el futuro del pasado, el uno del otro, comprometiendo hasta la dimensión simbólica de la alteridad” (p. 108).

Además, sienten culpa. Ésta se percibe como autoengendrada, es decir, como si la familia tuviera la culpa de la desaparición de su hijo:

Bueno, yo sí me siento culpable porque esa noche… bueno… no culpable, sino que esa noche mi hijo me llamó y estuve hablando con él por teléfono como media hora: “Oyes má (sic), voy, ¿cómo ves?” “Este… que no sé qué… pues no tengo dinero… yo rayo hasta… apenas entré a trabajar y que no sé qué… y… oyes (sic), llegó mi hermana.” Le digo: “pero tu hermana no trae ni ropa” y todavía íbamos llegando de viaje… me eché media hora platicando con él y le digo: “hijo, no vayas.” “Pues voy a ver si voy…” Así, inclusive me llamó de… de la casa… de uno de los muchachos que se llevaron junto con él… Entonces, este… yo sí hablé con él, le dije: “no vayas” y todo… Todavía dice… todavía fue a la casa y me dijo:” mami, ¿qué crees? La niña se quedó llorando, se quería venir conmigo…” Después del accidente, mi hija me dijo:” mami, fíjate que mi hermano decía, me voy a regresar por la niña” (entrevista con Rocío, 17 de febrero de 2020).

La gubernamentalidad necropolítica también incide en generar culpa, puesto que, en su relación con el neoliberalismo, hace responsable a los individuos de lo que les ocurra, dejando de lado las circunstancias histórico-sociales. Además, la responsabilidad que se instituye como natural por parte de la familia y particularmente a la madre, emana de las categorías de género, puesto que es esperado que la mujer sea la cuidadora (Flores-Palacios, 2015). Todo esto va a cronificar los impactos que se generen: “nos cambió la vida totalmente… y sobre todo a mis nietesitos porque les quitamos el derecho [énfasis añadido]… digo perdón, les quitaron el derecho esas personas de un papá…” (entrevista con Rocío, 17 de febrero de 2020).

También se ven trastocados los vínculos. El aislamiento es algo que posibilita el control y obstaculiza que se generen intercambios entre las personas y, como menciona Kaës (2010), obturando la posibilidad de poder elaborar lo sucedido:

E.- En… en los vecinos, pues nosotros no nos metemos con nadie, los saludamos nada más y con la misma, nos vamos. Por eso no hay que digas una comunicación así…

R.- No… no tenemos comunicación ni ellos se acercaron a mi. (entrevista con Esteban y Rocío, 17 de febrero de 2020).

Además, las personas circundantes son un modulador de los impactos que pueden generarse, siendo que pueden cronificar y agravar las reacciones generadas por la desaparición si hay un rechazo social (Retama y Rojas-Rajs, 2020). Así lo expresa la familia: “Si no se acercó la propia familia, porque a veces la familia se retira y todo… o hasta se burla de tus sentimientos, ¿qué se puede esperar de otra gente? Honestamente…” (entrevista con Rocío, 17 de febrero de 2020). Esto llevó a la familia a emprender las acciones de búsqueda por su propia cuenta. De por sí es doloroso el camino de la búsqueda de un familiar, de manera aislada genera más angustia e incertidumbre.

Sin embargo, cuando se acercan a los colectivos de búsqueda que trabajan en el contexto situado, se posibilitan otros movimientos. La familia lo narra así:

E.- Bueno, eso de los colectivos, a nosotros en realidad nos ha dado un poco más de… de… fuerza para poder este… No es lo mismo ir solitos nosotros dos, a veces ni nos reciben ni nos hacen caso, a que ya con el nombre del colectivo, “órale, vamos”, y cada quien trata su caso.

R.- Sí, porque dicen que la unión hace la fuerza. (entrevista con Esteban y Rocío, 17 de febrero de 2020).

De esta manera, Rocío y Esteban relatan que pudieron conseguir, por parte de instituciones públicas, algunos recursos –incluso que, por ley, tendrían que ser dados– y pudieron reforzar la búsqueda:

R.- Apenas tiene como año y medio que nos integramos a un colectivo… y pues sí, este… nos… mi esposo sobre todo, verdad, porque pues él es el que… trabaja, con los propios recursos de él, anduvimos buscando a mi hijo durante 9 años y ahorita pues… gracias a Dios, el gobierno, la CEAV [Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas] nos apoya con los viajes, viáticos de comidas y todo eso.

E.- Y les conseguimos becas, que es lo principal, lo que nosotros buscamos, a mis nietos. (entrevista con Esteban y Rocío, 17 de febrero de 2020).

No se pretende decir que los colectivos de búsqueda son “la cura” para elaborar lo traumático, puesto que en este trabajo se aparta de ese tipo de nociones cuando se habla de los impactos de la violencia. Además, tampoco se pretende instalarse en conceptos desarrollistas y progresistas donde se les instala en el lugar de víctima inamovible (Fassin y Rechtman, 2009). Lo que sí se destaca es que la angustia y el dolor pueden engendrar potencia (LaCapra, 2005). Como destaca Flores-Palacios (2015), puede ser la primera vez que tomen conciencia de la vulnerabilidad a la que fueron empujados y desarrollar capacidad de agencia. Esto, como menciona Fernández (2021), se produce un agenciamiento en las colectividades y comenzan a inventarse nuevos sentidos que posibiliten una elaboración no sólo individual, también colectiva. A final de cuentas, la memoria “sólo se instala en el encuentro fortuito, en el lugar del otro” (Certeau, 2007, p. 96).

Así, se crean nuevos vínculos, la posibilidad de salir del aislamiento y contar con más recursos intra e intersubjetivos para seguir en la búsqueda de las personas desaparecidas. Esta tarea primordial la condensan de mejor manera las familias a través del lema de la Brigada: Buscando nos encontramos.

5. Conclusiones

El objetivo del presente trabajo fue mostrar que los impactos subjetivos de la desaparición de personas en una familia no pueden ser entendidos sin el contexto situado de donde emanan, sin que se desdeñe la interrelación con el contexto nacional de violencia. Así, las "cocinas" como forma de enunciación particular de ésta en el norte de Veracruz van a dar especificidad a cómo va a ser vivida por las familias y la manera singular de vivencia traumática, como pudo observarse en el presente trabajo. Es importante que se tomen en cuenta estos aspectos y poder hacer comparaciones entre los impactos subjetivos y las diferencias entre contextos y poder tener una mirada más amplia sobre la problemática y de la influencia que el contexto situado imprime, cuestión que se podrá retomar en estudios e intervenciones posteriores.

El rol de los colectivos de familiares es crucial. Son necesarios puesto que constituyen espacios de memoria que invitan a co-crear nuevos sentidos de la desaparición y no olvidar. Además, se vuelven soportes identificatorios que crean nuevos vínculos, desarrollan posibilidades de elaboración y potencian la capacidad de agencia para salir del aislamiento. Es menester su participación en procesos de investigación. Sin éstos, difícilmente podrá entenderse la dinámica de la violencia y hacer intervención social. Finalmente, importan en el contexto de pacificación del país y poder hacer frente a la violencia necropolítica.

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Notas

[1] Este artículo presenta algunos resultados obtenidos de la investigación para obtener el título de Doctor en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México sobre los impactos subjetivos de la desaparición de personas en una familia inserta en un contexto situado de violencia. Asimismo, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología [CONACYT] otorgó financiamiento con la beca núm. 280391. También forma parte del trabajo realizado por la Comisión Psicosocial de Familiares en Búsqueda María Herrera, sin el cual y los familiares de personas desaparecidas que participaron no hubiera sido posible: ¡Hasta encontrarles!
[2] Hay excepciones como Antillón (2018), Retama y Rojas-Rajs (2020), entre otras.
[3] V. Martos y Jaloma (2017) para revisar la historia de la Brigada.
[4] El primero es una bebida azucarada de sabor, el segundo un pastelito sabor chocolate, ambos vendidos en todo México. El Oxxo es una tienda de autoservicio.
[5] Nombre institucional de las cárceles en México. Éstas son a nivel estatal; cuando son federales, se les llama CEFERESOS.

Notas de autor

a ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7173-3971Universidad Nacional Autónoma de México, MéxicoCandidato a Doctor en Psicología por la UNAM. Profesor de posgrado en la Facultad de Psicología, UNAM. Psicoterapeuta en ESPORA Psicológica, UNAM. Miembro de Tejedores, grupo que acompaña y realiza intervención con familiares de personas desaparecidas. Colabora con la Comisión Psicosocial de Familiares en Búsqueda María Herrera y de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas
b Profesor Titular «C» T. C. Definitivo, Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, UNAM. Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México, Especialidad en Salud Mental por el Instituto Mexicano de Psiquiatría, Doctora en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid. Fundadora del Primer Centro de Estudios de la Mujer (CEM) en la UNAM. Árbitro Dictaminador del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Estancia de investigación por invitación del Dr. S. Moscovici y Jodelet, D. en reconocimiento a las aportaciones teóricas a la Teoría de las Representaciones Sociales y género. <Maison des Sciences de L ́ Homme>; Laboratorio Europeo de Psicología Social (LEPS) Paris, 2005. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT, nivel I
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